martes, 25 de junio de 2013

Su muerte


El deceso de Evita se produjo un sábado de frío y llovizna. Esa misma noche, la ciudad Buenos Aires apagó sus luces. Los teatros y los cines levantaron sus funciones y los grandes comedores bajaron sus persianas. En principio se pensó en una jornada de luto de no más de tres días, pero luego se decidió prolongarla hasta el 11 de agosto, fecha en que los restos, convenientemente preparados por el doctor Pedro Ara, fueron trasladados al edificio de la CGT de calle Azopardo. Durante tres fines de semana la actividad pública estuvo prácticamente paralizada. Se suspendieron los partidos de fútbol, las carreras de caballos y los bailes. La única actividad pública permitida fue la proyección de una película frente al obelisco. “Eva Perón, eterna en el alma del pueblo”.

Murió a la edad de 33 años, el 26 de julio de 1952, a las 20:23 pero al comunicar el fallecimiento el Susecretario de Informaciones Raúl Alejandro Apold cambió la hora por la de 20:25 que consideró más recordable y a partir de entonces y hasta la caída de Perón cuando llegaba la hora indicada en todas las radios se escuchaba que eran “las 20:25, hora en que Eva Perón pasó a la inmortalidad”. 

A las 21:36 el locutor J. Furnot leyó por la cadena de radiodifusión: "Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente...".

Tras su muerte la CGT declaró tres días de paro y el gobierno estableció un duelo nacional de 30 días. Su cuerpo fue velado en la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta el 9 de agosto que fue llevado al Congreso de la Nación para recibir honores oficiales, y luego a la CGT. La procesión fue seguida por más de dos millones de personas y su paso por las calles recibió una lluvia de claveles, orquídeas, crisantemos, alhelíes y rosas arrojados desde los balcones cercanos.
 

Desde hacía por lo menos dos años se sabía que Evita tenía cáncer. La mala noticia se ocultó hasta donde se pudo, pero a mediados de 1951 el diagnóstico era irreversible.


Su cuerpo fue embalsamado y mantenido en exposición en la CGT. Mientras tanto, el gobierno empezó las obras del Monumento al Descamisado, que se había proyectado con base a una idea de Evita y que, según un nuevo plan, sería su tumba definitiva. Cuando la Revolución Libertadora derrocó a Perón el 23 de septiembre de 1955, el cadáver fue secuestrado y hecho desaparecer durante 14 años.


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